Mensaje a la Comunidad Universitaria en el
“DÍA DE LA DIVERSIDAD CULTURAL”
12 de octubre de 2015
“DÍA DE LA DIVERSIDAD CULTURAL” (12 de octubre)
“La educación hace de la diversidad
una oportunidad y un recurso necesario
para el aprendizaje integral”
Santa Fe, 09 de octubre de 2015.-
“Aprender de todos los hombres y de todo el hombre”
Estimada Comunidad:
En esta ocasión de conmemoración, se nos hace sensibles reflexionar sobre la diversidad cultural en el marco del encuentro-desencuentro de culturas concurrente en el marco histórico del descubrimiento de América.
Justamente, este continente no supera las dificultades de este antagonismo y contradicción que tracciona pero que no se deja abandonar de camino hacia el reconocimiento con efectividades de la humanidad capaz de si misma, porque justamente, el hombre es diverso -y en eso- Dios se nos manifiesta, ya que Trino, nos creó a imagen y semejanza suya (cfr.Gn 1,27).
Nuestra principal igualdad es la diferencia. Ya nos señala el Catecismo que “Debido a la comunidad de origen, el género humano forma una unidad. Porque Dios "creó [...] de un solo principio, todo el linaje humano" (Hch 17,26; cf. Tb 8,6)...Esta ley de solidaridad humana y de caridad (ibíd.), sin excluir la rica variedad de las personas, las culturas y los pueblos, nos asegura que todos los hombres son verdaderamente hermanos” (Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 360-361).
Pero no se desconoce que “Nosotros vivimos en una época sujeta a la «globalización del paradigma tecnocrático» (Laudato si, 106), que conscientemente apunta a la uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las diferencias y tradiciones en una búsqueda superficial de la unidad. Las religiones tienen, pues, el derecho y el deber de dejar claro que es posible construir una sociedad en la que «un sano pluralismo que, de verdad respete a los diferentes y los valore como tales» (Evangelii gaudium, 255), es un aliado valioso «en el empeño por la defensa de la dignidad humana... y un camino de paz para nuestro mundo tan herido» (ibid., 257) por las guerras” (cfr.SS Francisco “Discurso en el Encuentro por la Libertad religiosa con la comunidad hispana y otros inmigrantes”; Independence Mall, Filadelfia, 26 de setiembre de 2015).
Nuestros Obispos latinoamericanos nos supieron señalar que “Se verifica, a nivel masivo, una especie de nueva colonización cultural por la imposición de culturas artificiales, despreciando las culturas locales y tendiendo a imponer una cultura homogeneizada en todos los sectores. Esta cultura se caracteriza por la autorreferencia del individuo, que conduce a la indiferencia por el otro, a quien no necesita ni del que tampoco se siente responsable. Se prefiere vivir día a día, sin programas a largo plazo ni apegos personales, familiares y comunitarios. Las relaciones humanas se consideran objetos de consumo, llevando a relaciones afectivas sin compromiso responsable y definitivo” (Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida; mayo 2007; Nº46).
Contra esto, el papa Francisco nos señala significativamente en tierras de marcado matiz ideológico que “Nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas” (Homilía en la Plaza de la Revolución en La Habana-Cuba, 20 de setiembre de 2015).
Asunción Moya Maya y Manuel Gil Álvarez en su trabajo “Educación del futuro: educación en la diversidad” (cfr. en Agora Digital ISSN-e 1577-9831, Nº1, 2001) nos señalan que “Jimenez y Vilá (1999, 199) definen la educación en la diversidad «como un proceso amplio y dinámico de construcción y reconstrucción de conocimiento que surge a partir de la interacción entre personas distintas en cuanto a valores, ideas, percepciones, intereses, capacidades, estilos cognitivos y de aprendizaje, etc., que favorece la construcción, consciente y autónoma, de formas personales de identidad y pensamiento, y que ofrece estrategias y procedimientos educativos (enseñanza aprendizaje) diversificados y flexibles con la doble finalidad de dar respuesta a una realidad heterogénea y de contribuir a la mejora y el enriquecimiento de las condiciones y relaciones sociales y culturales”.
Por eso, en el terreno de las acciones, la Congregación para la Educación Católica nos señala en particular que “A los docentes y a los dirigentes se les pide mucho. Se desea que tengan la capacidad de crear, de inventar y de gestionar ambientes de aprendizaje ricos en oportunidades; se quiere que ellos sean capaz de respetar las diversidades de las ‘inteligencias’ de los estudiantes y de conducirlos a un aprendizaje significativo y profundo; se solicita que sepan acompañar a los alumnos hacia objetivos elevados y desafiantes, demostrar elevadas expectativas hacia ellos, participar y relacionar a los estudiantes entre de ellos y con el mundo”(cfr. “Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva. Instrumentum laboris”; 2014; pto II-7).
Asunción Moya Maya y Manuel Gil Álvarez (op.cit.) nos recuerdan que “la respuesta a la diversidad desde la perspectiva de futuro que estamos abordando, necesariamente deberá contemplar la ruptura de la dinámica de la individualización que se da en una parte de los profesionales de la educación y que nos indicaba Hargreaves (1996) como uno de los rasgos que describía la cultura del profesor, y promover un cambio basado en la colegialidad, la importancia del grupo y el trabajo en equipo. Surge lo que muchos autores definen como «Cultura de la Colaboración» (Escudero y López, 1991)”.
De allí que resuene una advertencia para nuestra identidad institucional, en tanto “El multiculturalismo y la multireligiosidad de los estudiantes que frecuentan las escuelas católicas, interpelan a todos los responsables del servicio educativo. Cuando la identidad de las escuelas se debilita, emergen numerosos problemas, relacionados a la incapacidad de interactuar con estos nuevos fenómenos” (cfr. Congregación para la Educación Católica, op.cit.punto III-1-i).
Por lo tanto la conciencia de nosotros mismos como espacio educativo y de nuestra intervención educativa en la vida de nuestros estudiantes, a partir de lo que ellos mismos reflejan en sus aprendizajes compartidos, suponen habilidades y competencias en las prácticas docentes para que se dispongan a “...una gran apertura cultural y, al mismo tiempo, una similar disponibilidad al testimonio, para que sepan trabajar conscientes y atentos del contexto que caracteriza la escuela y, sin tibiezas ni integrismo, enseñar lo que saben y testimoniar lo que creen. Para que sepan interpretar así su profesión, es importante que sean formados al diálogo entre fe y cultura y al diálogo interreligioso. No podría existir un verdadero diálogo si los mismos profesores no son formados y acompañados en la profundización de su fe, de sus convicciones personales”. (cfr. Congregación para la Educación Católica, op.cit.; punto III-1-i).
No se tratará entonces solo de deseos y de buenas intenciones, sino de un compromiso que se demuestre en esas pequeñas adversidades cotidianas, aquellas que acrisolan el carácter sostenido en una vocación animada por el alcance de esa totalidad de lo humano, en sus matices, aquellos que revelan la riqueza del poder encontrarlos como parte de un asombro propio de la gratitud por el don y la tarea.
Abog.Esp.José Ignacio Mendoza
Secretario Académico del Rectorado
No hay comentarios:
Publicar un comentario