jueves, 18 de junio de 2015

NUEVOS APORTES PARA LA REFLEXIÓN

ADUC SF COMPARTE NUEVOS
APORTES PARA LA REFLEXIÓN



REFLEXIÓN EN TORNO A LAS CELEBRACIONES DE 
LOS 25 AÑOS DE LA EXHORTACION APOSTÓLICA DE 
SAN JUAN PABLO II “Ex corde Ecclessiae” (15 de agosto de 1990) 
y los 50 AÑOS DE LA DECLARACION DEL 
CONCILIO VATICANO II “Gravissiumum Educationis”

Objetivos:

·         Responder institucionalmente a la convocatoria
·         Compartir como comunidad educativa las preocupaciones y las experiencias educativas que se sobrellevan en las diferentes Unidades Académicas de la UCSF, que permiten conocer y comprender las exigencias de la respuesta académica que debe formularse para alcanzar una auténtica síntesis entre fe y ciencias;
·         Inaugurar un espacio de reflexión mediante la participación de los docentes de todas las Unidades Académicas sobre el tema convocante;
·         Explorar aportes creativos para conformar estrategias pedagógicas que se nutran de los valores evangélicos al servicio de todo el hombre y de todos los hombres;
·         Fortalecer la identidad católica del proyecto educativo de la UCSF, mediante la participación activa de los docentes responsables del proceso de formación en cada carrera, que los asocie con mayor intensidad a la integralidad del mensaje implicado en el Evangelio.

Puedes participar por medio de una COMUNICACIÓN
El encuentro será el viernes 14 de Agosto
Se cierra la recepción de Comunicaciones el 31 de Julio

Nuestra propuesta como ADUCSF es poder motivar a nuestros Colegas a la participación en el ámbito institucional, para ello acompañamos más material y más preguntas.

Fraternalmente, 
Comisión Directiva de ADUC SF
Asociación Docente de la 
Universidad Católica de Santa Fe

¿CUÁL ESCUELA Y UNIVERSIDAD CATÓLICA?

A la luz del Magisterio de la Iglesia y frente a las necesidades y a los desafíos de la sociedad de hoy, ¿cómo tienen que ser la escuela y la universidad católica?

Escuela y universidad son lugares de educación a la vida, al desarrollo cultural, a la formación profesional, al compromiso por el bien común; representan una ocasión y una oportunidad para comprender el presente y para imaginar el futuro de la sociedad y de la humanidad. Raíz de la propuesta formativa es el patrimonio espiritual cristiano, en constante diálogo con el patrimonio cultural y las conquistas de la ciencia. Escuelas y universidades católicas son comunidades educativas donde la experiencia de aprendizaje se nutre de la integración de investigación, pensamiento y vida.

1. Construir un contexto educativo

La escuela y la universidad católica educan, ante todo, a través del contexto de vida, el clima que los estudiantes y los enseñantes crean en el ambiente que desarrollan las actividades de instrucción y aprendizaje. Tal clima está entretejido por los valores no sólo afirmados, sino experimentados en la calidad de las relaciones interpersonales que unen a los enseñantes y los alumnos, y a los alumnos entre ellos, por el cuidado que los profesores ponen con respecto a las necesidades de los estudiantes y a las exigencias de la comunidad local, por el límpido testimonio de vida ofrecido por los enseñantes y todo el personal de las instituciones educativas.

Más allá de la pluralidad de los contextos culturales y de la variedad de las posibilidades educativas y los condicionamientos en los que se obra, hay algunos elementos de calidad que una escuela y una universidad católica tienen que saber expresar:
  • el respeto de la dignidad de cada persona y su unicidad (por lo tanto, el rechazo de una educación e instrucción de masa que hacen manipulable la persona humana o la reducen a número);
  • la riqueza de oportunidades ofrecidas a los jóvenes para crecer y desarrollar las propias capacidades y dotes;
  • una equilibrada atención por los aspectos cognitivos, afectivos, sociales, profesionales, éticos, espirituales;
  • el estímulo para que cada alumno pueda desarrollar sus talentos, en un clima de cooperación y solidaridad;
  • la promoción de la investigación como compromiso riguroso frente a la verdad, con la conciencia de los límites del conocimiento humano, pero también con una gran apertura mental y de corazón;
  • el respeto de las ideas, la apertura a la confrontación, la capacidad de discutir y colaborar en un espíritu de libertad y atención por la persona.


2. Introducir a la investigación

La escuela y la universidad son lugares que introducen a los saberes y a la dimensión de la investigación científica. Una de las principales responsabilidades de los enseñantes es acercar las jóvenes generaciones al conocimiento y a la comprensión de las conquistas del conocimiento y sus aplicaciones. 

Pero el compromiso por conocer e investigar no va separado del sentido ético y de lo transcendente. No hay verdadera ciencia que pueda descuidar sus consecuencias éticas y no hay verdadera ciencia que aleje de la transcendencia. Ciencia y eticidad, ciencia y transcendencia no se excluyen recíprocamente, pero se conjugan para una mayor y mejor comprensión del hombre y de la realidad del mundo.


3. Hacer de la enseñanza un instrumento de educación

El “modo” de cómo se aprende pareciera ser hoy más relevante que el “qué” se aprende, como también el modo de enseñar parece más importante que los contenidos de la enseñanza. Una enseñanza que sólo promueva el aprender repetitivo, que no favorezca la participación activa de los estudiantes, que no encienda su curiosidad, no es suficientemente desafiante para generar la motivación. Aprender a través de la investigación y la solución de problemas educa capacidades cognitivas y mentales diferentes, más significativas de aquellas de una simple recepción de informaciones; también estimula a una modalidad de trabajo colaborativo. No va, en cambio, subestimado el valor de los contenidos del aprendizaje. Si no es indiferente el cómo un alumno aprende, no lo es tampoco el qué. 

Es importante que los enseñantes sepan seleccionar y proponer a la consideración de los alumnos los elementos esenciales del patrimonio cultural acumulados en el tiempo y el estudio de las grandes cuestiones que la humanidad debió y debe afrontar. De lo contrario, se corre el riesgo de una enseñanza orientada a ofrecer sólo lo que hoy se considera útil, porque lo requiere una contingente demanda económica o social, pero que se olvida de lo que es para la persona humana indispensable.

La enseñanza y el aprendizaje representan los dos términos de una relación que no es sólo entre un objeto de estudio y una mente que aprende, sino entre personas. Tal relación no puede basarse en relaciones sólo técnicas y profesionales, más bien debe nutrirse de estima recíproca, confianza, respeto, cordialidad. El aprendizaje que se realiza en un contexto donde los sujetos perciben un sentido de pertenencia es muy diferente de un aprendizaje realizado en un entorno de individualismo, de antagonismo o de frialdad recíproca.


4. La centralidad de la persona que aprende

La escuela, particularmente la universidad, están comprometidas para ofrecer a los estudiantes una formación que los habilite a entrar en el mundo del trabajo y en la vida social con competencias adecuadas. Sin embargo, por cuanto sea indispensable, no es suficiente. Una buena escuela y una buena universidad se miden también por su capacidad de promover a través de la instrucción un aprendizaje cuidadoso a desarrollar competencias de carácter más general y de nivel más elevado. 

El aprendizaje no es sólo asimilación de contenidos, sino oportunidad de auto-educación, de compromiso por el propio perfeccionamiento y por el bien común, de desarrollo de la creatividad, de deseo de aprendizaje continuo, de apertura hacia los demás. Pero también puede ser una ocasión para abrir el corazón y la mente al misterio y a la maravilla del mundo y de la naturaleza, a la conciencia y a la autoconciencia, a la responsabilidad por la creación, a la inmensidad del Creador.

En particular, la escuela no sería un ambiente de aprendizaje completo, si cuanto el alumno aprende no se convirtiera también en ocasión de servicio a la propia comunidad. Aprender, todavía hoy, está considerado por muchos estudiantes una obligación o una imposición. Es probable que esto dependa también de la incapacidad de la escuela en comunicar a los alumnos, además de los conocimientos, la pasión que es el motor de la investigación. Cuando los estudiantes tienen la oportunidad de experimentar que cuanto aprenden es importante para su vida y para la comunidad a la cual pertenecen, su motivación cambia. 

Es oportuno que los enseñantes propongan a los estudiantes ocasiones para experimentar la repercusión social de cuanto están estudiando, favoreciendo en tal modo el descubrimiento del vínculo entre escuela y vida, y el desarrollo del sentido de responsabilidad y ciudadanía activa.


5. La diversidad de la persona que aprende

Los enseñantes están llamados a afrontar un gran desafío educativo, el reconocimiento, respeto, valorización de la diversidad. Las diversidades psicológicas, sociales, culturales, religiosas no deben ser escondidas o negadas, más bien deben ser consideradas como oportunidad y don. Del mismo modo, las diversidades vinculadas a la presencia de situaciones de particular fragilidad bajo el perfil cognitivo o de la autonomía física, deben ser siempre reconocidas y acogidas, para que no se transformen en desigualdades problemáticas. No es fácil para la escuela y la universidad ser “inclusivas”, abiertas a las diversidades, ser capaces realmente de poder ayudar a quién está en dificultad. 

Es necesario que los enseñantes sean disponibles y profesionalmente competentes a conducir clases donde la diversidad es reconocida, aceptada, apreciada como un recurso educativo para el mejoramiento de todos. Quien tiene más dificultades, es más pobre, frágil, necesitado, no tiene que ser percibido como un disturbo o un obstáculo, sino como el más importante de todos, al centro de la atención y de la ternura de la escuela.


6. El pluralismo de las instituciones educativas

Las escuelas y las universidades católicas llevan adelante su tarea, que es misión y servicio, en contextos culturales y políticos muy diferentes, en algunos casos viendo reconocida y apreciada su obra, en otros casos teniendo que enfrentar graves dificultades económicas y hostilidad, que algunas veces pueden desembocar en formas de violencia. Las modalidades de la presencia en los distintos Estados y regiones del mundo varía en cada situación, pero las razones de la acción educativa no cambian. Una comunidad escolar que se basa en los valores de la fe católica traduce en su organización y en su currículo la visión personalista propia de la tradición humanístico-cristiana, no en contraposición, sino en diálogo con las otras culturas y religiones.

Es realmente importante que las instituciones educativas católicas sepan dialogar con las otras instituciones escolares presentes en los países donde obran, en una dimensión de escucha y confrontación constructiva, para el bien común.

Hoy tales instituciones difundidas en el mundo son frecuentadas por una mayoría de alumnos que pertenecen a distintas religiones, a distintas nacionalidades y culturas. La característica confesional de ellos no tiene que ser una barrera, al contrario, tiene que ser condición de diálogo intercultural, ayudando a cada alumno a crecer en humanidad, responsabilidad cívica, además del aprendizaje.


7. La formación de los enseñantes

La importancia de las tareas educativas de la escuela y la universidad explica cuánto sea crucial el tema de la preparación de los enseñantes, de los dirigentes y de todo el personal que tiene responsabilidad en el campo de la instrucción. La competencia profesional representa la condición para que se pueda manifestar mejor la dimensión educativa de la acogida. 

A los docentes y a los dirigentes se les pide mucho. Se desea que tengan la capacidad de crear, de inventar y de gestionar ambientes de aprendizaje ricos en oportunidades; se quiere que ellos sean capaz de respetar las diversidades de las ‘inteligencias’ de los estudiantes y de conducirlos a un aprendizaje significativo y profundo; se solicita que sepan acompañar a los alumnos hacia objetivos elevados y desafiantes, demostrar elevadas expectativas hacia ellos, participar y relacionar a los estudiantes entre de ellos y con el mundo… Quién enseña tiene que saber perseguir al mismo tiempo muchos objetivos diferentes, saber afrontar situaciones problemáticas que solicitan una elevada profesionalidad y preparación. 

Para poder responder a tales expectativas es necesario que dichas tareas no se dejen a la responsabilidad individual, sino que se ofrezca un adecuado apoyo a nivel institucional y que a la guía no haya burócratas sino líderes .


FORMACIÓN

— ¿Cómo se produce el reclutamiento del personal, sobre todo del personal docente y los directivos?
— ¿Cómo se ha diseñado y garantizado la formación continua, profesional y cristiana del personal directivo, docente y no docente?
— ¿Existe una atención formativa hacia aquellos que trabajan en las escuelas y en las universidades no católicas?
— ¿La atención formativa incluye también a los genitores?
— ¿Existe atención para que se produzca la cooperación entre las escuelas y las universidades católicas?

DESAFÍOS Y PROSPECTIVAS

— El instumentum laboris enumera varios desafíos que tiene la educación católica y hacia los cuales se debe enfrentar, ¿cuáles son aquellos desafíos más incisivos y exigentes en vuestro contexto?
— ¿Cómo se colocan las escuelas y las universidades católicas ante estos desafíos?
— ¿Cuáles son, en síntesis, los aspectos más positivos de la experiencia de las escuelas y las universidades católicas en vuestra Nación?
— ¿Cuáles, en cambio, las mayores críticas?
— ¿Cuáles son las líneas estratégicas y operativas ya prospectadas y cuáles se otean para el futuro?



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